«Nunca te vayas con desconocidos»: cómo preparar a los niños ante casos como el de Lardero sin generar miedo
- Tres psicólogos infantiles lanzan algunos consejos a las familias para que sepan cómo enfocar la conversación
- Es importante hablarles con tranquilidad, no «sobreinformar» y transmitirles que la gran mayoría de las personas «son buenas»
Varios psicólogos consultados por RTVE.es adelantan que no hay respuestas sencillas ni genéricas a esas preguntas, pero sí consideran que hay algunos consejos que podrían ayudar a las familias a abordar esa conversación necesaria y obligatoria.
Primer paso para los padres: analizar su propio temor
El psicólogo Javier Urra, experto en infancia y adolescencia, incide, antes de lanzar sus recomendaciones, en que la sociedad no debe «girar el tablero» para poner el foco en la responsabilidad que tienen los niños o los padres en casos como el de este crimen. Él opina, y lo señala varias veces durante la entrevista, que «este tipo de depredadores no deberían estar en la calle» y que lo sucedido no es un «accidente», sino «un fallo del sistema».
Una vez lo deja claro, aconseja a las familias que hablen con sus hijos de manera calmada y «sin alarmismo» sobre estas situaciones.
Shamira Díaz, también psicóloga infantil, propone que, antes de hablar con los menores, sean los padres quienes se sienten a solas y «se paren a pensar cómo se sienten ellos», ya que lo que trasladen a los niños después va a depender en gran medida de sus emociones.
«Tener miedo como padres es natural y tenemos que aceptarlo, pero sí he de poner un límite entre mi miedo como adulta y el de mi hijo. Hay que decir ‘yo soy una persona y mi hijo es otra persona y no tiene por qué vivirlo de la misma forma que yo», explica esta psicóloga, quien subraya que a los niños hay que hablarles «en frío, cuando ya se ha gestionado el propio miedo».
Enfocarlo como una norma familiar: «no irse con desconocidos sin avisar»
Una vez hecho ese ejercicio, hay que intentar acercarles a la situación de un modo adecuado para su edad y enfocar el mensaje como si se estuviera acordando una norma familiar. No debe convertirse en una simple orden o prohibición sino en una especie de pacto.
«A veces les decimos ‘no hables nunca con desconocidos’ y, sin darnos cuenta, les angustiamos. Les podemos decir, por ejemplo: «Cariño, cuando estés jugando en el parque, si alguien te dice que puedes ir a ver unos juguetes que tiene superchulos o te quiere dar unos caramelos o te invita a ver un cachorrito, nos lo tienes que decir a los papás primero. No te puedes ir sin avisarnos», dice la psicóloga Alejandra García Pueyo, psicóloga infanto-juvenil y psicoterapeuta familiar.
Lo siguiente es contarles cómo deben actuar si esa situación se da y un desconocido insiste en que les acompañe. Lo que hay que decirle a los niños en estos casos es que no se acerquen demasiado, que salgan corriendo e, incluso, que griten para pedir ayuda.
García Pueyo sabe que alcanzar el equilibrio para que el mensaje cale en ellos sin provocar demasiada inquietud es difícil y por eso pide hacerlo en tono calmado. Se trata de que no vivan la prevención «desde el miedo», sino «desde la conciencia», y de que conozcan las razones por las que no se deben ir con desconocidos.
«Podemos preguntarles a ellos por qué piensan que les decimos esto y por qué creen que es importante que sepamos dónde están. Muchas veces lo que ocurre es que ellos aceptan la norma en piloto automático. Simplemente saben que no se pueden ir sin avisar, pero no han comprendido por qué y cuando se ven en esta situación, de repente, les ofrecen algo súper interesante y puede que se terminen yendo», añade esta misma psicóloga, que también imparte numerosos talleres de Disciplina Positiva para padres y educadores.
Hacer a los niños partícipes de la reflexión para que tomen conciencia
Para hacerles partícipes de la reflexión ella recomienda utilizar ejemplos y hacerles ver que tampoco los «papás» se van sin avisar, es decir, que también la norma les incluye a ellos. «Se le puede decir: ‘Imagínate que estamos en un centro comercial o vamos a un parque y que de repente mamá desaparece. Tú no la ves, se ha ido con otra persona porque le dice que le va a enseñar unos libros. ¿Cómo te sentirías tú? ¿No estarías preocupado? Quizá dirías, ‘mamá, ¿dónde estás? ¿Por qué no me has avisado?». Así, además, los niños también podrán empatizar con sus padres, dice.
Por otra parte, según los expertos, es recomendable explicarles con naturalidad los motivos por los que tienen que avisar:
«Es fundamental decirles que la mayoría de la gente es muy buena, que es estupenda, pero que hay algunos que no lo son y que por eso no pueden irse con cualquiera», apunta Urra, incidiendo en que los niños deben saber que sucesos como el de Lardero son infrecuentes. No pueden quedarse con el mensaje, dice, de que hay una gran probabilidad de que les ocurra lo mismo o de que sean engañados.
“Es fundamental decirles que la mayoría de la gente es muy buena“
De por sí, con esta conversación, «les estás quebrando un poco la inocencia y les estás inyectando un poco de paranoia» en beneficio de la prevención, dice Urra, que ha representado a España en foros internacionales como Naciones Unidas o el Parlamento Europeo, y que fue Defensor del menor en la Comunidad de Madrid. A su juicio, lo que hay que evitar a toda costa es trasladarles un miedo excesivo y que, por evitar una situación poco probable, se les genere una gran inseguridad o alarma en su día a día.
Con él coinciden también Díaz y García Pueyo, quienes, en este sentido, recomiendan ofrecer la información justa a los pequeños. También en caso de que el propio niño sea quien haga preguntas conviene responder a sus cuestiones sin ofrecer detalles que puedan causarles inseguridad.
En el caso del asesinato de Lardero, ya es suficiente que sepan que el agresor se llevó al menor mediante engaños y que fue asesinado. No aportaría nada hablarles de cómo apareció o qué había hecho anteriormente el detenido. Del mismo modo, recuerdan que los niños siempre tienen su «radar» y, aunque los adultos crean que no escuchan sus conversaciones o que no están atentos a las noticias que se cuentan en televisión, se les quedan muchos mensajes inadecuados.
«Por eso es muy necesario conversar con ellos, tranquilizarles y darles seguridad. Decirles ‘no te va a pasar nada a ti porque estás rodeado de personas que te protegen’. Pero para eso tenemos que saber siempre dónde estás», apunta Díaz.
No asustar ni «inculcar» el miedo propio
Estos consejos siguen una línea opuesta a la que se aplicaba en el pasado, comenta García Pueyo. Aquellas advertencias que generaciones atrás se les hacía a los niños sobre el posible acecho de «el coco» o «el hombre del saco» no son, en absoluto, positivas.
Tampoco es bueno provocar en los menores un estado de «hiperalerta», dice Díaz: «Los padres fóbicos desarrollan hijos que también suelen tener fobias y se convierten en adultos como ellos. Esto no es bueno. Al final, son miedos inculcados que son del padre o de la madre, pero lo normal es que las personas desarrollemos miedos en función de nuestra propia experiencia y que no sean traspasados».
“Los padres fóbicos desarrollan hijos que también suelen tener fobias“
«Por ejemplo, puede que si tengo un accidente de tráfico desarrolle miedo a incorporarme a la autovía, pero es porque he tenido un accidente de tráfico. Que mi hijo desarrolle ese miedo al coche, sin haber tenido una experiencia, significa que se lo he generado yo. Por eso incido en la importancia de respetar el límite entre tu hijo y tú«, agrega Díaz, convencida de que este consejo se puede aplicar a otras circunstancias y a otro tipo de temores.
Por otro lado, Urra señala que en este asunto no hay que obviar que los niños son «crédulos», por lo general, y que eso es algo que criminales como el de Lardero saben perfectamente. A eso se suma otro «atributo» infantil que hace más difícil para un niño decir ‘no’: la curiosidad. «Si los adultos somos fácilmente engañables, imagínate un niño», incide.
También él deja claro que el hecho de que un menor acceda a irse con un desconocido no implica necesariamente que haya recibido peor educación o que sea menos inteligente.
Díaz lo explica así: «Yo creo que influye incluso el contexto. En entornos más rurales o en pueblos más pequeños los niños son más abiertos y suele haber menos miedo a que pase algo. En Madrid yo noto que es distinto, que las salidas están más estructuradas. También hay niños que, por variables de personalidad, por haberla construido en ambientes de confianza, no ven el riesgo. Puede haber múltiples factores».