¿Qué me está diciendo mi cuerpo? Aprende a interpretar tus emociones a través de las sensaciones físicas

¿Qué me está diciendo mi cuerpo? Aprende a interpretar tus emociones a través de las sensaciones físicas

emociones en el cuerpo

La relación entre cuerpo y emoción

Las emociones son respuestas psicofisiológicas que surgen como reacción a un estímulo, ya sea interno o externo, y que de alguna forma nos afecta. Todas las emociones tienen una función, asegurar nuestra adaptación, supervivencia y bienestar. Cada emoción se manifiesta en situaciones específicas y nos transmite un mensaje que es importante que sepamos escuchar. 

Si no aprendemos a reconocer las emociones a través de las sensaciones corporales, ni a interpretarlas (saber lo que representan), será complicado lograr gestionarlas adecuadamente. 

Por esta razón, no se pueden clasificar las emociones como buenas o malas, ya que todas son adaptativas y cada una cumple una función diferente y esencial. 

No se puede hablar de emociones sin tener en cuenta el cuerpo. Las emociones envían señales al cuerpo en forma de sensaciones físicas para que éste se dirija hacia lo que necesitamos en ese momento, y podamos adaptarnos al entorno en el que vivimos. Las emociones se expresan para que nuestro cuerpo actúe. 

Entonces, el cuerpo está en continua comunicación con nosotros. Por ello, cuando tratamos de evitar o reprimimos ese mensaje, como si intentásemos silenciarlo, nuestro cuerpo incrementa la intensidad de esas sensaciones mediante una alarma física llamada dolor, lo que conocemos como somatización, con el fin de que las dejemos expresarse y podamos sentirlas. A través de diversos síntomas, el cuerpo nos ayuda a identificar lo que estamos sintiendo y, por lo tanto, lo que necesitamos en ese momento.   

Qué mensajes me puede estar mandando mi cuerpo  

Por lo general, se nos suele enseñar a rechazar o eliminar ciertas emociones que se consideran ¨desagradables¨. A menudo no somos conscientes de lo que sentimos, ni de cómo se refleja en nuestro cuerpo, ni de cómo manejarlo y es comprensible ya que no nos lo han enseñado. El primer paso para gestionar nuestras emociones es aprender a escucharnos y prestar atención a las sensaciones que éstas emociones generan en nuestro cuerpo, aunque cada persona es única y experimenta sus emociones de forma diferente. 

Aunque las respuestas corporales ante las emociones son subjetivas y pueden variar de una persona a otra, y las mismas emociones no siempre provocan las mismas sensaciones físicas en todas las situaciones, este ejemplo puede servirnos como una referencia general. 

¿Qué puedo hacer?

Si bien todas las emociones nos envían una señal importante que debemos escuchar, validar y aprender a sostenerlas, no siempre es útil actuar sobre ellas. En ocasiones, esas emociones provienen de nuestra interpretación subjetiva, influenciada por heridas emocionales que forman parte de nuestra historia. Por lo tanto, dejarnos llevar por ellas podría ser contraproducente o generar un gran desgaste emocional. 

En resumen, nuestro cuerpo actúa como un altavoz que nos ayuda a ser conscientes de lo que estamos sintiendo, permitiéndonos encontrar la mejor manera de gestionarlo. Te invito a que la próxima vez que experimentes algo que no entiendas, te tomes un momento para escuchar lo que tu cuerpo te está diciendo. 

Si estas palabras te han resonado, quizá sea el momento de dar el paso, puedes solicitar cita online o de forma presencial en nuestro centro de Psicología en Zaragoza en el siguiente enlace Terapia para adultos

Cómo afrontar las discusiones entre hermanos y fortalecer su vínculo 

Cómo afrontar las discusiones entre hermanos y fortalecer su vínculo 

Rivalidades entre hermanos“Deja de chinchar a tu hermano, siempre estás igual!, “¿Seguro que ha empezado tu hermana..? ¿No has sido tú?, “Ya le estás pidiendo perdón a tu hermano ahora mismo”… Puede que se nos haya escapado alguna de estas frases ante las peleas y los gritos de ayuda de nuestros hijos cuando discuten entre ellos. 

Es completamente natural y seguramente, también hayamos acabado improvisando un juicio en el salón para decidir quién tenía más la culpa y, por lo tanto, debía pagar con un castigo mayor.

Pero lejos de ayudar a nuestros hijos en estas situaciones, más bien hacemos todo lo contrario, ya que cuando decidimos por ellos quién debe pedir disculpas o quedarse sin ver la televisión más tiempo, provocamos un mayor resentimiento e incapacidad en ellos. 

Los conflictos, al igual que los errores, son maravillosas oportunidades para aprender y negociar, y las discusiones entre hermanos son el escenario donde se cocinan valiosas habilidades para la vida.

¿Por qué discuten los hermanos?

Existen muchas razones: cuando surgen desacuerdos en la forma de jugar, en repartirse los dulces que les han regalado o en elegir película, por una llamada de atención inadecuada hacia los padres, por una falta de recursos en su forma de pedir las cosas o el tiempo en que cada uno va a usar la consola… 

El error común de actuar como jueces

A veces somos los adultos los que alimentamos sin darnos cuenta la rivalidad entre hermanos, siendo el caldo de cultivo perfecto para futuras discusiones.

Por ejemplo, si ante los conflictos, uno de los hermanos adquiere el papel de víctima y el otro de victimario, es muy probable que ambos interioricen su rol y éste se repita en futuras ocasiones, reforzando todavía más los comportamientos que queremos evitar.

El rol de los padres como mediadores

Es por eso que los papás debemos actuar como mediadores imparciales del conflicto, por ejemplo, escuchando con atención lo que los peques necesitan expresar, pero sin actuar de jueces evitando los juicios, sino invitándoles a que ellos mismos encuentren estrategias para afrontar la situación y puedan resolver el conflicto.

Los siguientes consejos de afrontamiento te ayudarán cuando vuelvas a presenciar una pelea entre tus hijos:

  • Evita comparar a los hermanos: no te posiciones a favor de uno de ellos, y si tienes que intervenir, trata a todas las partes por igual.
  • Aprende a quedarte fuera de las peleas: tu reacción va a ayudarles a resolverlo o intensificará el conflicto.
  • Pasa tiempo especial con cada hijo: esto evitará tensiones y rivalidades entre ellos.
  • Enseña a tus hijos habilidades básicas de seguridad: enséñales que pueden decir ¡alto! o ¡para!, a retirarse cuando lo necesiten, o cuándo pedir ayuda para resolver el problema.
  • No rescates, ayuda a tu hijo a desarrollar habilidades para empoderarles: enséñales cómo escuchar, cómo pedir y dar disculpas significativas, por qué la gente actúa de cierta manera, etc.
  • Cuida de ti mismo para que los conflictos entre hermanos ya no sean un problema. Recuerda que las personas se portan mejor cuando se sienten mejor, incluyendo a los padres.

Unas reglas claras y consistentes ayudarán a los niños a saber cómo pueden afrontar de una forma más saludable estos desencuentros y a hacerlo mejor la próxima vez.

Si tienes dudas en cómo gestionar los conflictos entre tus hijos y cómo acompañarlos emocionalmente y quieres que te ayudemos, puedes solicitar cita online o de forma presencial en nuestro centro de Psicología infantil en Zaragoza en el siguiente enlace acompañamiento en la crianza 

¿POR QUÉ NO ES RECOMENDABLE ABANDONAR LA TERAPIA CUANDO HAY UNA LEVE MEJORÍA?

¿POR QUÉ NO ES RECOMENDABLE ABANDONAR LA TERAPIA CUANDO HAY UNA LEVE MEJORÍA?

¿Es buena idea dejar la terapia si vemos avances?

Cuando las familias solicitan el servicio de acompañamiento en la crianza para padres y/o madres en nuestro centro de psicología infantil en Zaragoza o de forma online, para obtener pautas de acompañamiento con sus hijos pequeños, en ocasiones, deciden abandonar la terapia infantil tras unas pocas sesiones en las que se observa una leve mejoría. 

Sin embargo, aunque haya habido una mejoría en el síntoma o problema sobre el que se está interviniendo, no es un indicador de que el problema ya esté resuelto.

¿Por qué queremos abandonar la terapia cuando mejora la situación?

Esto puede suceder porque se observa una mejora en terapia tras aplicar las familias ciertos cambios en los momentos problemáticos con los peques, logran mayor conexión con ellos, acompañamiento emocional, mejora de la comunicación y disminución del síntoma o problema que les ha traído al centro de Psicología.

Razones por las no se debe interrumpir la terapia:

  • Los cambios pueden ser temporales si no se consolidan en el tiempo.
  • Es posible que aún no se haya trabajado la raíz del problema.
  • Las situaciones emocionales son complejas y no lineales.
  • La terapia no solo trata los síntomas, sino que busca cambios profundos y sostenibles tanto en padres como en hijos.

¿Qué hacer si observamos avances en la terapia?

  1. Hablarlo con vuestra psicóloga para que os puede orientar y explicar en qué punto está el proceso y por qué es normal que las cosas mejoren tras cambiar la forma de acompañar al niño.
  2. Comunicarlo en las sesiones, quizás es momento de dar más espacio entre sesiones para que las familias sigan aplicando lo aprendido en casa.
  3. Comentar los cambios con vuestra psicóloga y valorar objetivos o aspectos importantes a seguir trabajando.

Un enfoque integrador, más allá del niño

Nuestro enfoque de trabajo no sólo consiste en trabajar sobre el problema que pudiera sucederle al niño (miedos, fobias, frustración, enfado…), sino en integrar casa, colegio, aspectos relevantes a tener en cuenta, relación con progenitores o hermanos, cambios que hayan podido interferir en su vida de forma negativa, comunicación asertiva…

La mejoría es el principio, no el final

Si estás viendo avances en la relación con tu hijo tras iniciar terapia, ¡enhorabuena! Pero recuerda: esos primeros pasos son solo el comienzo del cambio profundo que busca la terapia. Interrumpir el proceso prematuramente puede limitar los beneficios a largo plazo.

 

LA SINTONÍA ENTRE PADRES E HIJOS

LA SINTONÍA ENTRE PADRES E HIJOS

sintonía padres e hijos

Desde los primeros días de vida, los padres tienen un impacto directo en el desarrollo emocional, cognitivo y social de sus hijos. Uno de los aspectos más importantes de esta relación es la sintonía emocional, es decir, la capacidad de los padres para percibir, comprender y responder adecuadamente a las necesidades emocionales de sus hijos.

¿Qué es la sintonía emocional?

La sintonía emocional es la habilidad que tienen los padres para captar las señales emocionales de sus hijos, como el lenguaje corporal, los gestos, el tono de voz y las expresiones faciales, y responder a ellas de manera apropiada. Esto implica comprender profundamente las emociones del niño y validarlas. Cuando existe una buena sintonía, el niño siente que sus emociones son reconocidas y aceptadas, lo que le brinda seguridad y confianza para explorar el mundo que lo rodea.

Podemos imaginar que la sintonía es como una radio a través de la cual buscamos una frecuencia que se escuche bien. De la misma forma, vamos analizando qué es lo que está sintiendo en cada momento el niño y según lo que creemos que le pasa, le damos una cosa u otra, hasta dar con su necesidad concreta y satisfacerla.

¿Qué aporta la sintonía al desarrollo infantil?

  • Seguridad: Los niños dependen de la cercanía emocional de sus padres para sentir que el mundo es un lugar seguro. Si un niño percibe que sus padres entienden y responden a sus emociones, se siente respaldado y confiado. Esto crea una base sólida para su desarrollo emocional.
  • Regulación emocional: Cuando un padre responde adecuadamente a las señales emocionales de su hijo, el niño comienza a entender cómo gestionar sus propios sentimientos. Esta habilidad es crucial para la resiliencia y la estabilidad emocional a medida que el niño crece.
  • Fomenta la empatía: Los niños que experimentan una buena sintonía emocional en su relación con los padres son más propensos a desarrollar empatía hacia los demás. La capacidad de comprender y respetar las emociones ajenas es esencial para la interacción social y la construcción de relaciones saludables.
  • Un vínculo seguro: Construir un vínculo seguro en la infancia es la base para formar relaciones afectivas saludables a lo largo de la vida. Esto permite en el futuro confiar en los demás, pedir ayuda cuando lo necesiten y establecer relaciones interpersonales profundas.

¿Qué relación hay entre la falta de sintonía y el trauma?

Los niños que experimentan un trauma durante la infancia, es decir, que han sufrido algún tipo de abuso o negligencia de forma prolongada, a menudo sienten que sus necesidades emocionales no son atendidas de manera adecuada o que están constantemente expuestos a situaciones impredecibles o abrumadoras con sus cuidadores. De esta forma, la sintonía se ve afectada por el trauma de la siguiente forma:

  • Impacto de la falta de sintonía: Cuando un niño experimenta la falta de sintonía con sus cuidadores o figuras significativas puede experimentar un sentimiento de desconexión o abandono emocional. Esta falta de atención y validación de sus necesidades emocionales puede generar un trauma complejo. En este contexto, el niño podría no aprender a regular sus emociones de manera saludable ni desarrollar una sensación de seguridad y confianza en los demás.
  • Desarrollo emocional afectado: La falta de sintonía durante los primeros años de vida puede llevar a dificultades en el desarrollo emocional y relacional, que son características comunes en el trauma complejo. Los niños que no reciben respuestas empáticas o adecuadas a sus necesidades emocionales pueden desarrollar problemas de apego, desconfianza, ansiedad y dificultades para regular sus emociones a medida que crecen.
  • Reparación a través de la sintonía: Para alguien que ha experimentado trauma complejo, la sintonía en relaciones posteriores, como las terapéuticas o en relaciones de apoyo, puede ser crucial para la sanación. La terapia que se basa en la conexión y la sintonía emocional puede ayudar a la persona a aprender a confiar nuevamente, expresar sus emociones y sanar el daño causado por experiencias traumáticas pasadas.

¿Cómo fomentar o reparar la sintonía emocional?

Aunque la sintonía emocional es algo que se desarrolla con el tiempo, es posible mejorarla y fortalecerla a través de ciertas prácticas cotidianas. Aquí te dejamos algunas estrategias para lograrlo:

  • Tiempo de calidad: Crea, al menos, un momento especial cada día entre tu hijo y tú, sin distracciones. A veces, con 10 minutos basta. Esto fortalecerá vuestro vínculo emocional.
  • Empatía y validación emocional: cuando tu hijo se sienta triste o enfadado, en lugar de corregir sus sentimientos, conecta con ellos a través de la empatía, por ejemplo: “entiendo que te haya molestado que tu hermano haya roto tu juguete, yo también me sentiría así”.
  • Escucha activa: escuchar con plena atención lo que tu hijo está diciendo, no sólo a lo que dicen sino también a los gestos y al lenguaje corporal.
  • Modelado emocional: Nosotros como adultos somos el mejor ejemplo para los niños. Si nosotros aprendemos a manejar saludablemente todas las emociones, ellos aprenderán a hacer lo mismo.
  • Autocuidado: Unos papás emocionalmente saludables son más capaces de sintonizar con sus hijos. Date tiempo para ti y cuida de tus propias emociones.

Aplicar estas estrategias al principio puede resultar extraño e incluso artificial, pero es a través del tiempo y la práctica que vamos observando resultados y mejorando la calidad de nuestras interacciones con los más pequeños.

Clara Serruya

Psicóloga

 

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